Foto Jorge Segovia |
Íbamos a comenzar la segunda parte de nuestro viaje por el
fabuloso Perú. Al fin partíamos a
conocer los vestigios del misterio y la fuerza del Imperio Inca. Porque si Lima
era una hermosa ciudad colonial, la cultura inca hay que buscarla en el
interior del país, en la zona andina y en sus tesoros arqueológicos, en su
capital Cuzco, y sobre todo en la Maravilla de la Humanidad que fue y sigue
siendo Machu Picchu.
En vuelo hacia Cuzco
Dejamos Lima con destino a Cuzco, a bordo de la compañía Lan Perú,
en vuelo cuyo destino final era Puerto
Maldonado, al otro lado de la cordillera andina, a orillas del río Madre de
Dios, que cruza el Departamento del mismo nombre y que ya es la Amazonia
peruana. En algo más de una hora, el avión hace su escala en Cuzco y nosotros
hemos llegado a la capital arqueológica
de Perú.
Cuzco, una de las ciudades más altas del mundo, está situada
en un altiplano a 3.400
metros de altitud; teníamos algo de recelo por
cómo podría afectarnos el “mal de
altura”, del que ya nos habían advertido y también aconsejado varios remedios
para combatirlo.
Quizás para aclimatarnos a la elevada altitud, desde el
aeropuerto de Cuzco, nuestros
anfitriones nos trasladaron de forma inmediata en dirección al Valle Sagrado, que con una cota media de “solamente” 2.600 metros, nos iba
a hacer más llevadera la nueva situación durante los próximos días. Tanto este
valle como Machu Picchu se encuentran a una altitud bastante inferior a Cuzco. A esta hermosa ciudad volveremos más adelante.
El Valle Sagrado
Santuario inca de Intihuatana en Pisac. Foto: Wikipedia |
El Valle Sagrado, que
para los incas era la representación del cielo en la tierra, tiene una
rica naturaleza. Las laderas
muestran cultivos en bancales y la pequeña llanura aluvial del río se usa para labranzas
de productos de subsistencia.
Decenas de ríos descienden de los Andes hacia el norte y uno
de ellos es el río Urubamba, que nacido a 4.314 metros de altitud, recorre
en su cuenca alta todo el Valle Sagrado. A unos 30 kms. de Cuzco, descendiendo por una carretera sinuosa, se toma contacto con el río Urubamba en Pisac. Aguas arriba, este
curso fluvial ha dejado atrás lugares arqueológicos interesantes como Raqchi ó
Andahuayillas, lugares por los que
pasaremos más adelante, cuando hagamos el camino hacia Puno y el Lago Titicaca.
El Valle Sagrado se recorre por carretera entre Pisac y
Ollantaytambo. En esta parte, el río
Urubamaba, de aguas turbulentas, ofrece la posibilidad de realizar rafting. El
recorrido posterior, en tren a partir de Ollantaytambo, es un mano a mano entre el río y el
ferrocarril, cuya vía sigue el cauce del Urubamba hasta Aguas Calientes, desde
donde se asciende al Machu Picchu.
En Pisac
Hemos llegado a Pisac, ciudad pequeña y con un interesante
mercado permanente, sin duda alimentado por los turistas que cruzan el valle a
diario camino del gran tesoro inca. El mercado es multicolor y aquí se vende de
todo: artesanías variopintas, frutas, objetos de madera, collares y pulseras de
diversas plantas, etc. Muy cerca del
mercado, hemos visitado una pequeña posada en cuyo patio interior nos ha
llamado la atención un curioso criadero de Cuys.
Granja de cuyes. Foto wikimedia commons |
El Cuy es el “Cavia porcellus “, como lo clasificó y
denominó en latín el científico
sueco Carlos Linneo en 1738. Mamífero roedor de hasta 1 kilo de peso, son
nuestros cobayas ó conejillos de indias, animales de laboratorio y a veces
mascotas domésticas. Sin embargo en Perú y en otros países andinos, constituyen
un rico manjar muy apreciado en la
mesa, con gran aporte de calorías y muy
bajo contenido en colesterol. Son de
colores blancos, beiges, marrones ó a manchas. Bien alimentados y gorditos, son
ofrecidos como una exquisitez culinaria. Y también los hay de angora; porque su piel y
pelo se usan para hacer ropa y textiles.
En el mercado de Pisac. Foto JGP |
El paseo por el mercado fue divertido. Tuvimos tiempo libre
para visitar a los artesanos locales y comprar sus productos. Y allí
aprendimos algo instructivo para el resto del viaje: una foto “típica” con paisanos, en estos lugares supone siempre, es lógico, una pequeña aportación por parte del fotógrafo, sobre todo si
aquellos van acompañados de un animal, sea una llama, una alpaca, un aguilucho, etc. Pero atención, hay que dar una moneda a cada uno de los participantes en la foto, y no vale que entre ellos se repartan una
moneda mayor. No distinguen el tamaño de la calderilla. Por eso, en cada lugar de visita, estratégicamente situadas, siempre hay vistosas aldeanas ataviadas con sus coloridos atuendos, bien solas, bien con
niños, pero siempre acompañadas de un bonito animal, de la fauna autóctona, dispuestas a posar para una atractiva fotografia. Una interesante aportación a las economías familiares del medio rural.
Siguiendo el valle y su río, paramos para el almuerzo en el restaurante Tunupa, a base de un gran buffet, servido en una terraza sobre el río y
acompañado de música autóctona a cargo de un pequeño grupo local. Las alpacas,
pastando muy cerca, daban un aire bucólico
al conjunto. Al salir unos simpáticos pericos y los coloridos guacamayos nos dijeron
adiós con sus ruidosos jolgorios. ¡Ahora
proseguíamos nuestro camino hacia Ollantaytambo,
para la visita de la tarde!.
Ollantaytambo y Urubamba
Ollantaytambo. Andenes de resistencia incas. Foto Jorge Segovia |
Ollantaytambo es una fortaleza inca que fue antigua capital del Valle Sagrado, y cuya
imponente presencia impedía el acceso hacia Machu Picchu. La mayoría de
los edificios aún conservan parte de la estructura original, pero están
obviamente situados sobre una empinada ladera que sube hasta lo alto, desde
donde se domina toda la pequeña ciudad. El lugar es eminentemente turístico,
pequeños bares, tiendas de artesanía, un estupendo mercado de frutas y
hortalizas, etc. La subida a la fortaleza no es fácil
porque la pendiente acrecienta el mal de altura y parece que el corazón se
escapara del pecho.
Albergue Sonesta Posada del Indio en Yucay. Foto Jorge Segovia |
Desde Ollantaytambo retornamos por el valle hacia la localidad de Urubamba,
para pernoctar en un precioso hotel situado en el pueblecito próximo de Yucay: el hotel
Sonesta Posada del Inca Yucay. Se trata de un remodelado monasterio del siglo
XVIII que, cerrado del exterior, tiene el aspecto de un pueblito colonial, con su
iglesia, plaza y jardines por doquier, alrededor de los cuales se reparten sus
87 habitaciones, más bien apartamentos,
por la amplitud del dormitorio, el comedor y el salón. Una excelente cena – también el espléndido desayuno buffet –
completaban nuestra estancia en este agradable albergue. Nos retiramos a dormir muy pronto,
pues mañana visitaremos Machu Picchu y hay que estar en forma.
En tren hacia Aguas Calientes
Muy de mañana tomamos
el tren en la
estación Ollantaytambo. Este tren que tiene vía desde Cuzco
es – como ya se ha dicho – el único
medio de llegar a Aguas Calientes, salvo la llamada Calzada
del Inca que luego comentaremos. Es un
tren moderno, dotado de un techo de cristal,
que permite disfrutar del paisaje ribereño y de las altas montañas que lo
rodean. El tren fue construido en 1901 para poder llegar hasta lugares situados más
allá de Machu Picchu – que por entonces aún no se conocía- siempre siguiendo la
orilla del río Urubamba.
El tren de Peru Rail de Cuzco a Aguas Calientes. Foto cusconoticias.pe |
La Compañía del ferrocarril Perurail nos sirvió un pequeño
refrigerio. Por fin – tras una hora de viaje espectacular – llegamos a Aguas
Calientes, población situada al pie del Machu Picchu y punto obligado de acceso.
La estación es de reciente construcción, ya que la antigua cruzaba entre los
puestos del mercado de artesanías. Algo sumamente típico pero
bastaunte peligroso. Obviamente el mercado continúa alrededor de la nueva estación.
Subida hacia Machu Picchu
Serpenteante pista de acceso a Machu Picchu. |
Mientras nuestro equipaje es transferido directamente al Hotel Sumaq, nosotros, a bordo de un ágil microbús, ascendemos directamente a Machu Picchu por la única y serpenteante pista disponible, limitada al transporte público, que va elevándose sobre el valle a cada revuelta del camino, hasta alcanzar altura considerable.
La subida de 600 metros se efectúa por esa pista, de mediano mantenimiento, con unas 12 curvas cerradas y en forma zigzagueante, abierta en la ladera y en cuyo fondo serpentea un meandro del río Urubamba, que rodea prácticamente el Batolito de Vilcabamba donde se asienta Machu Picchu. Los árboles que llenan el terreno, aportan sensación de seguridad a esta subida casi vertiginosa hasta esta maravilla de la Humanidad.
La ausencia de carretera desde Ollantaytambo al santuario arqueológico es intencionada, con el fin de controlar y limitar el flujo de visitantes a la zona, que, siendo además Reserva Natural Nacional, es particularmente sensible a las visitas multitudinarias. Los visitantes solo pueden acceder hasta la zona, bien a pie por la Calzada del Inca, o bien en tren hasta Aguas Calientes, y en ello hay ya una primera limitación del aporte de visitas al santuario.
Continuaremos... en Machu Picchu.
Textos Julia Gómez Prieto
Fotos: Jorge Segovia y Julia Gómez Prieto
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