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Volcanes, volcanes y volcanes
Como ya ha quedado dicho, los Andes forman el corazón y el
centro de Ecuador. Este sistema montañoso alberga dentro del país andino hasta 70 volcanes, estratégicamente situados a lo largo de dos hileras paralelas de montañas, observándose mutuamente. De ellos 27 aun están en activo.
Se ubican la mayoría de estos volcanes a lo largo de los 300 kms de la gran “Avenida Central”, que recorre el país de norte a sur y que le da a Ecuador, geográficamente, una personalidad propia y diferente a la de
sus vecinos andinos.
Este arco volcánico es
muy amplio, pues tiene entre 100 y 120 kms de anchura entre sus dos filas de
cumbres, frente al de Colombia que solo ofrece una línea de volcanes. Con razón el geógrafo alemán Alexander von Humboldt , que visitó la zona en el año 1812,
la bautizó acertadamente como “ Avenida de los Volcanes”, nombre que aún hoy se
sigue utilizando.
De gran altura, algunas de estas montañas de fuego se asemejan a
gigantes dormidos, mientras que otras aún
se encolerizan a veces, lanzando bramidos y bocanadas de humo, cuando no de
ceniza y lava. Sin duda la mayor personalidad geológica y
geográfica de Ecuador la constituye esta impresionante “avenida” natural y
básicamente, nuestro viaje por el interior del país se iba a realizar a través de ella.
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Actividad volcánica
Las erupciones de estos colosos no son eventos nuevos, pues la historia de Ecuador tiene registrados estos fenómenos desde hace siglos. Es por eso que la población está muy acostumbrada y ha aprendido a convivir con los volcanes. Además esta actividad geológica del país, cuenta con un seguimiento científico permanente, pues la prevención constituye una preocupación constante de la población y de las autoridades.
Según la actividad de cada volcán, éstos se clasifican en tres tipos: Extintos, sin ninguna actividad conocida. Activos, que han tenido episodios eruptivos en los
últimos 100 años. Y Durmientes, que
se parecen a los primeros pero no son totalmente fiables.
La estructura orográfica de Ecuador
La orografía ecuatoriana tiene, sin embargo, una estructura fácil de entender. Su columna vertebral son los Andes, que ocupan toda la zona central; los ecuatorianos la llaman la Sierra. Forma un altiplano a gran altura, delimitado a ambos lados por las Sierras Oriental y Occidental, donde lucen imponentes los volcanes y los nevados. Esta última palabra se usa con frecuencia en los países andinos, para referirse a las grandes elevaciones cubiertas de nieves perpetuas.
Las dos cordilleras Andinas ( ver el gráfico ) que corren en paralelo, cruzando al Ecuador de norte a sur, ofrecen
una variada topografía: volcanes y nevados, salpicados de verdes valles que
albergan espléndidas ciudades coloniales, tales como Quito y Cuenca,
pintorescos pueblos indígenas, campos agrícolas bien trabajados, antiguas haciendas
señoriales de hermosos jardines, paisajes jugosos de lagos y ríos de aguas cristalinas.....
Por este gran valle interandino discurre la Carretera
Panamericana, desde Otavalo a Cuenca, del norte al sur del
país. Su recorrido permite observar paisajes incomparables de este gran valle
central, y admirar cuando menos las moles volcánicas majestuosas. Se trata de un
paisaje en general, suave y siempre verde, de hábitat disperso, que recuerda a veces, al poblamiento rural de
algunas zonas de la Cornisa Cantábrica española.
A ello cabe añadir otros atractivos como la rica artesanía indígena de los pueblos
y mercaditos, cuajada de hermosos colores y originales diseños, así como los campos de cultivos de rosas que
Ecuador exporta a todo el mundo.
El Parque Natural del Cotopaxi
Esta primera etapa de nuestro viaje andino, nos condujo primeramente al encantador pueblo de Sangolquí, donde tuvimos ocasión de pasear por uno de los numerosos mercados
indígenas del área, con sus puestos repletos de hortalizas y frutas multicolores,
muchas de ellas de nombres arcanos y desconocidas para nosotros, de animales domésticos de todo tipo y pelaje, así como otros diversos objetos artesanos de uso
doméstico, todo ello mezclado con el tipismo natural de vendedores y
compradores. Fue una verdadera introducción al modo de vida andino.
Después de casi hora y media de trayecto en dirección sureste, siempre
siguiendo la Panamericana, llegamos a la
entrada del Parque Nacional de Cotopaxi, un santuario ecológico de 36.000
hectáreas, que alberga el magnífico cono del volcán del mismo nombre, cuya cumbre se eleva a 5.897 metros sobre el
nivel del mar. Los conos del Rumiñahui,
del Sincholagua, así como la laguna
de Limpiopungo y algunas ruinas arqueológicas, forman parte también de este Parque,
que fue creado el 11 de agosto de 1975.
En los accesos al Parque se han instalado unos paneles
explicativos, con informaciones sobre
el hábitat del páramo andino. Existe también un Centro de Interpretación y un Área de Recreación.
Ya dentro del parque, atravesamos una extensa área boscosa que
alberga más de 8 millones de pinos,
según el folleto explicativo que recibimos en el acceso, antes de llegar al camino de tierra que
seguiremos en adelante, con el
omnipresente telón de fondo del impresionante
Cotopaxi, que cada vez está un
poquito más cerca.
Las nubes jugaban con la cumbre - cónica, simétrica y cubierta de nieves perpetuas
-, que aparecía y desaparecía a caprichosos intervalos. El guía nos
proporcionaba datos precisos, conforme
ascendíamos en nuestro camino: el cráter
tiene 800 metros de diámetro y 300 metros de profundidad y cada cierto tiempo exhala sus temibles vapores. Los primeros registros
eruptivos del volcán datan de 1534,
coincidiendo con la llegada de los españoles; la mayor erupción registrada en los últimos
150 años tuvo lugar en 1887, en la cual
grandes cantidades de cenizas y flujos de lava sepultaron considerables extensiones de tierras
agrícolas. Su última erupción data de 1942.
Cumbre y cráter del Cotopaxi. Foto www.monografias.com |
Cruzamos el páramo hasta alcanzar
los 3.500 metros de altitud. Desde allí contemplamos al gigante Cotopaxi y todo el amplísimo panorama que configura su entorno; destaca la Laguna de Limpiopungo, de límpidas, frías y azules aguas, en torno a la cual habita una variada fauna específica
del altiplano andino. La forman más de
90 especies con una gran variedad de pájaros. Este es también el hogar de ciervos, zorros, pumas andinos y algunos caballos salvajes. Un
rebaño de llamas pastaba mansamente sobre una mínima capa vegetal y en torno a la
cumbre, se intuía el majestuoso vuelo de los cóndores andinos, entre las grandes aves que
surcan el cielo a considerable altura.
El silencio es aquí inmenso, solamente roto por el silbido del viento que lame el
contorno de la montaña. El gran volcán lo domina todo. Sobre las lagunas Limpiopungo y Santo Domingo pueden
verse reflejados otros volcanes cercanos como el Chalupas. Nos acercamos a la primera laguna y contorneamos sus
orillas, a través de senderos preparados al efecto, con observatorios
estratégicamente ubicados para los avistamientos. Hay reservas de animales y lugares
habilitados para la acampada. El nevado
Cotopaxi cuenta con un refugio abierto durante todo el año, con capacidad para
albergar a decenas de turistas. Está situado sobre los 4800 metros de altitud, donde
conviene tener muy presente el efecto
del soroche o “ mal
de altura “.
En cuanto a la climatología dentro del parque, por ser zona alta de la Cordillera de los
Andes, el tiempo es muy cambiante. Tan pronto luce el fuerte sol como se nubla repentinamente, baja
de pronto la temperatura, sopla el
viento ó cae llovizna y por tanto hay que estar preparado para todo. Lo recomendable es vestir en plan "cebolla”,
es decir por capas, con ropas que podamos quitar o poner
fácilmente al albur de las condiciones en cada momento .
Latacunga y la Hacienda la Ciénega
Regresando a la carretera Panamericana llegamos a Latacunga, donde se halla la Hacienda La Ciénega, en la que íbamos a efectuar el almuerzo. Esta hacienda es una de las mejores de las situadas entre la Avenida de los Volcanes y el Parque Nacional. En esta zona hay varias mansiones señoriales, muy interesantes, con patrimonio histórico y artístico, que han sido restauradas y convertidas en “ hoteles con encanto “, de diferente capacidad. La Ciénega es una preciosa hacienda con cerca de 300 años de vida, dedicada a Hostería desde 1982. Por ella han pasado personajes importantes y allí se alojó Alexander de Humboldt durante su estadía en el país. En su honor lleva su nombre la gran suite. Con una estructura de tipo colonial, su decoración y mobiliario son todos de época. Un joven cuarteto de música andina animó nuestro almuerzo.
Subiendo y bajando por la famosa Avenida de los Volcanes, cruzamos
por Ambato y nos acercamos a la Estación de Tren de Urbina que está en las faldas de otro imponente volcán: el Chimborazo. Si el tiempo está despejado se
puede disfrutar de una impresionante puesta de sol sobre esta inmensa mole
nevada, más inquietante que el Cotopaxi, pero que al contrario que éste, está
rodeado de lugares habitados.
Es el volcán más alto del Ecuador, con 6.310 metros, ubicado en el lado occidental de la Cordillera Andina,
a medio camino entre Ambato al sureste y
Riobamba al noreste. Sus cumbres están cubiertas por enormes glaciares
que descienden en todas direcciones. Pero
el Chimborazo no registra actividad histórica y sus últimas erupciones habrían
ocurrido hace unos 7.000 años; por lo tanto no se espera una reactivación
volcánica en un futuro próximo. Sin embargo, debido al gran volumen de hielo
existente y a lo escarpado e inestable de sus flancos, presenta grandes peligros potenciales que
conviene no olvidar.
Casi justamente enfrente, pero en el lado este, se asienta el Parque Nacional Sangay que tiene dos de los volcanes más activos del país : el Tungurahua de 5.016 metros y el mas solitario Sangay de 5.230. El primero es famoso por su actividad, pero sobre todo por su cercanía a la ciudad de Baños de Agua Santa, importante centro turístico de Ecuador.
Baños con sus 1820 metros de
altitud, se localiza a los pies del gran cono en activo; goza de un clima muy agradable casi todo el
año y es la puerta de entrada a la Amazonia Ecuatoriana. Precisamente al volcán
le debe una buena parte de su turismo, que comenzó siendo Termal , pues gracias al vulcanismo se ha convertido en una ciudad balnearia, que ofrece en sus numerosos “spas”, tratamientos
especiales con piedras y cenizas volcánicas, excelentes para afecciones de la piel.
Abundan las piscinas termales entre 22 y 55 grados, que asocian estas aguas con “curaciones
milagrosas”, por lo que es uno de los principales centros de peregrinación
católica del país, en torno al Santuario de la Virgen de Agua Santa. Es también
un lugar para los Deportes de Aventura que aprovecha las múltiples cascadas,
ríos y relieves para la práctica del rafting, el canopy o tirolinas, etc. Y
además – y probablemente por todo lo
anterior - se ha convertido en un gran centro de Congresos y
Convenciones. ¡¡ Todo ello a los
pies de un volcán en activo ¡¡
Pequeña erupción del Tungurahua. Foto www.ricardomedinao.worldpress.com |
Es un gran atractivo
llegar hasta alguno de los varios puntos de observación del volcán Tungurahua, del que periódicamente se
elevan columnas de gases, ceniza y vapor. Y desde donde, por las noches, pueden
observarse las explosiones y la incandescente lava que desciende desde su
cráter. Según dicen, es un espectáculo inolvidable que afortunadamente nunca ha ocasionado daño alguno a ninguna persona. Nos quedamos con ganas de esa
visión nocturna porque estaba
anocheciendo y aun había que llegar a pernoctar a nuestro siguiente destino.
Taguas y fin de jornada en Riobamba
Artesanía en tagua. Foto www. tagualand.com |
Retomando la Panamericana, visitamos de paso un taller de Tagua, al que llaman “ el marfil de
Ecuador “. La tagua es en realidad, la semilla o nuez de la planta del mismo nombre, que nace en el bosque húmedo tropical ecuatoriano y que por su color y dureza se la denomina
como el marfil vegetal. Es lisa y brilla con el pulido, tallándose desde fichas de ajedrez y dominó
hasta botonaduras y artesanías como collares, pequeñas figuras, etc.
Ya era de noche – no hay
que olvidar que en la línea del Ecuador,
todos los días del año oscurece rápidamente antes de las 19 horas– cuando llegamos a Riobamba, “la Sultana de los
Andes”, una ciudad llena de historia y
tradiciones. La hora, el cansancio de una larga jornada y la fina pero
insistente lluvia nos impidieron descubrirla.
Fuimos directamente al Hotel Hacienda Abraspungo, que
nos acogió con un agradable canelazo, la bebida tradicional de
aguardiente, canela y azúcar, servida al
amor de la lumbre en la gran chimenea, seguida de una muy agradable cena y su
correspondiente sobremesa, donde se habló, entre otras muchas cosas, de las viejas leyendas y tradiciones serranas. Es este un lugar muy adecuado, de hermosa
arquitectura colonial y amplias habitaciones en torno a un cuidado jardín, para descansar de la visión sorprendente de todos los
volcanes de aquel fecundo día.
excelente trabajo
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